martes, 15 de septiembre de 2009

Estelas en la mar

Las palabras también sirven para esto. Puede que, sobre todo, para esto. Puede que exclusivamente para esto.
No es ningún misterio que desde que el mono listo anda por el mundo las palabras le acompañan en los momentos mágicos. Para el mono listo un momento mágico es un instante de paz con el cuerpo, sin sueño, ni hambre, ni deseo sexual, ni cansancio. El mono listo no tiene muchos momentos mágicos en su vida pero para ellos ha diseñado, específicamente, sartas de palabras. Cuando llega un momento mágico, el mono listo se vuelve locuaz. Una nueva hambre le abate desde dentro, hambre que viene de todo su ser, salvo del cuerpo. Cuando llega un momento mágico es la hora de las palabras. Quienes sentimos esta mística atracción y pasión por el misterio de las palabras no podemos evitar sospechar que existe un profundo y ancestral vínculo entre esa parte de nuestro ser que no es cuerpo y este torpe atajo de garabatos que persiguen hacer dibujos sobre la superficie del agua. Estelas en la mar. El alma habla, para nada, o para todo, qué importa. Habla.
La palabra está allí donde florece un momento mágico. Es su abono. Su perfume. Sin palabras, los momentos mágicos serían pura sombra, humo, ceniza. Con palabras se transforman en otra cosa, no mucho más luminosa ni densa, puede que solo un poco más hermosa cuanto apenas. La palabra parece el quejido del alma ante el sabroso dolor que provoca la belleza. Un momento mágico es, sobre todo, hermoso. Quizá porque todo lo fugaz nos lo parece. Puede que porque la belleza inspira, fundamentalmente, misterio. Qué importa. Cuando escribo me recuerdo dibujando garabatos sobre la superficie del agua. Pero qué triste y oscuro todo, si no pudiera.

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